jueves, 12 de junio de 2014

DUERMO


Duermo…

Duermo…
y te sueño, durmiendo
tu hermosura infinita.
Duermo…
es tu rostro el atuendo
que en mis predios levita.
Es tu cara ataviada de ojos cerrados
la que prende de color mis pensamientos
y son de pleno abandono esos momentos
en que musitan alientos perfumados.
Veo en ella un afán grato una, quimera
donde no hay otra posible que la iguale
abstraída en el sopor de donde sale
tanto hechizo que ni un hada pretendiera.
Dorada cabellera que a tu hombro ajena
en cascada por tu espalda se recrea
mientras en tus manos haces que se vea
un rostro apoyado en su pose serena.
Duermo…
y te sueño, durmiendo
tu hermosura infinita.
Duermo…
y en la calma voy viendo
cuanto al sueño me invita.
Los párpados, que se van anochecidos
hacia esa luz en el lecho de tus ojos
asemejan dos cansados petirrojos
que ocultasen con candor un par de nidos.
El cuello, lugar preciso que sugiere
la llamarada de todas las pasiones,
bajo la selva de dos almohadones
asegura que querer llamarme quiere.
Mi ansiedado hace lo mismo, llama y llama
con el túrgido susurro silencioso
que invita al beso voraz y espirituoso
a acercarse a los espacios de tu cama.
Duermo…
y te sueño, durmiendo
tu hermosura infinita.
Duermo…
y dormido pretendo
ser el sol que te habita.
Quisiera, amor mío, ahora despertarte
con el cálido susurro de mis manos
a la busca de escarceos que, profanos,
aconsejen ondear nuestro estandarte.
Mi cuerpo ya no duerme, pasea inerte;
dime amor con un suspiro, con un gesto,
¿me permitirá tu sueño, está dispuesto
a que mi pasión despierta lo despierte?

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