CELOS
No
sabría decir por qué. No tenía la certeza absoluta, pero sí el
presentimiento de que, últimamente su mujer le engañaba con otro.
Era muy doloroso para él vivir con esa sensación que no le dejaba
respirar. Eran quince años de matrimonio y él, durante todo ese
tiempo, le fue absolutamente fiel. Nunca pasó por su cabeza la idea
de flirtear con fémina alguna y eso que la vida le había hecho
muchas propuestas en ese sentido. Nunca dejó de estar enamorado y
nunca hasta hacía sólo un año comenzó a percibir aquella ingrata
y amarga posibilidad. Cada día se enfrascaba en el mundo de sus
pensamientos y los recuerdos gratos le llovían a borbotones; no
encontraba un sólo instante del día y de la noche en que la dulzura
y la honestidad no hubiesen estado presentes hasta que comenzó a
darse cuenta de aquel detalle que se le había clavado en el alma.
Siempre fue una mujer hermosa y, con el paso del tiempo, se daba
cuenta de que su belleza iba en aumento. Sentía celos, unos enormes
celos lo devoraban con avidez. No se merecía sufrir tanto dolor.
Además, ella siempre estuvo enamoradísima de él, así que se
devanaba los sesos por entender cómo en una esposa tan subyugada
podían advertirse gestos que parecían últimamente a escondidas
mostrar lo contrario. ¿Podría estar la razón en que no habían
tenido hijos? Desechó enseguida esa razón. Siempre se habían amado
intensamente a pesar de no tenerlos. ¿Por qué ahora tenía que ser
de otro modo? No. Seguro que no era eso. En sus muchas meditaciones,
llegó a pensar que finalmente podía haberse cansado de él. Pero,
entonces, ¿por qué no era franca y, por doloroso que fuese, no se
lo decía y le solicitaba el divorcio? Hubiese preferido eso a que le
estuviese compartiendo dentro de la pureza del matrimonio con otro
hombre. Pero todo indicaba que lo hacía. Si no fuese así, ¿por qué
razón en el último año, de los cinco que venía haciéndolo, le
visitaba cada día a poner flores en su tumba acompañada de aquel
varón tan atractivo?
Muy divertido tu relato —me ha hecho soltar una carcajada— y con un final inesperado. La creatividad se esconde en cualquier lugar, tal y como demuestras. No dejes de sorprendernos. Un beso.
ResponderEliminarEso es lo que pretendo escribiendo estos minirelatos. Hacer sonreír. Gracias, Irene, por siempre estar ahí, atenta a las cosillas que escribo. Con cariño, otro besito para ti.
ResponderEliminarExacto! un final inesperado y que le da un vuelco a lo que en un principio imaginas. Muy bueno...Felicidades!!!
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