El extraño caso del recluta obtuso
Aquel recluta era
torpe. Muy poco atinado se mostraba cada día durante las horas de
instrucción. Todos desfilaban con marcialidad, menos él. El
sargento gritaba: ¡Izquierda! ¡Ar! Y cada soldado efectuaba el giro
en la dirección ordenada; todos, menos el inepto, que lo hacía
incomprensiblemente hacia el lado opuesto. ¡Derecha! ¡Ar! Y el de
siempre contrariaba el movimiento de los demás. ¡Media vuelta! ¡Ar!
Y el negado se decidía, inconsciente, por dar la vuelta entera.
—¡Pero, vamos a
ver, zoquete! —le gritó el suboficial, indignado y a punto de
mandarlo al calabozo—. ¿Pero es que tú no sabes dónde tienes la
mano derecha?
—¡A sus órdenes mi
sargento! —respondió éste, cuadrándose—. La mano derecha, sí
que sí... y hasta la izquierda. Con lo que suelo tener problemas es
con las piernas. Me hago un lío con ellas, ¿sabe?
—¡Arrestado por
cachondeo!
Cuando un mes más
tarde se le levantó el castigo, pudo saberse que el pobre muchacho
tenía los pies invertidos; el derecho en el tobillo izquierdo y
viceversa.
—¡Pues en las
maniobras, que ese valioso soldado sea el último de la fila para
despistar el rastreo del enemigo que nos venga por retaguardia!
—ordenó un coronel satisfecho y orgulloso de aquella singular
circunstancia. Muchas victorias se obtuvieron así, utilizando una
nueva táctica de falsa retirada, ya que los oponentes no adivinaban
la verdadera dirección de a quienes seguían. Por tal, se propuso
que se le concedieran dos medallas al mérito pedestre, pinchada cada
una en sendas botas, en torno a las cuales, admirados, porfiarían
luego por embetunar muchos tenientes y capitanes. Fue un día triste
para todos los mandos cuando salió licenciado. A más de un oficial
se le saltaron las lágrimas.
Por todas estas
razones, en adelante, cuando en cualquiera de los tres ejércitos
algún recluta, durante la instrucción, realiza un movimiento
equivocado, el sargento o el cabo primero de turno, se tiran sobre él
con la ilusión de desamarrarle las botas, ansiosos por ver si sus
dedos gordos están lo más alejados posible uno del otro. Es tanta
la añoranza, que se le lanzan igual que si fuesen pescadores de
perlas.
Gracias por compartir este relato tan divertido. Me voy a dormir con una sonrisa en los labios.
ResponderEliminarMuchas gracias. Esa es la intención. Simplemente hacer sonreír.
ResponderEliminarEspero que estés disfrutando al escribir los relatos tanto como los que te leemos, Jose. Estos pequeños kit-kats entre tu novela y los poemas ponen esa gota de humor, como te han dicho ya, que nos roban la sonrisa cuando venimos a leerte. Lo comparto en Face. Un beso.
ResponderEliminarGracias, Inma. Me alegra mucho que te gusten. Tienes razón, para mí es una forma agradable de relajarme, deteniéndome de vez en cuando entre el relato extenso y la poesía. Es como detenerse en una fuente a beber un chorrito de agua fresca. Gracias y un beso para ti también.
ResponderEliminarMe alegro de que disfrutes con ello. «Carpe diem», la vida es demasiado valiosa para dejarla escapar entre los dedos como la dorada arena. Un beso lleno de la sal y el aroma del Atlántico que nos rodea.
EliminarGracias, Inma. Me haces unos comentarios muy bonitos que te agradezco. Otro beso igual para ti.
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