Antiparaguas
Son
las diez de la noche y suena el teléfono en la sección local del
Instituto meteorológico.
¡Riiiinnnggg...!
¡Riiiinnnggg...!
—Buenas
noches. Dígame...—responde una cansada voz femenina.
—Buenas
noches —el hombre que llama, en tono cordial, no se anda con
preámbulos y va directamente al grano—¿Sería usted tan amable de
decirme qué tiempo hará mañana?
Tras
unos instantes de silencio, la voz de antes responde.
—Ah,
pues mire, no sé qué decirle. Yo me encargo de la limpieza. Ya
pasan de las diez de la noche y aquí no queda ni un alma.
—Pero,
la suya si que está... vamos, digo yo.
—Que
sí, que sí... la mía sí, pero es que yo no soy meteoróloga.
—Creo
que tampoco hay que serlo para saber eso. Además, algo habrá oído
comentar antes de que los expertos se fuesen.
—¡Ah,
es cierto! Se habló bastante de ello al enviar el informe a las
televisiones. La previsión es que mañana lloverá, o, en caso
contrario, que no habrá lluvia.
—Pues
me deja usted tal cual. Esa probabilidad no despeja mi incógnita y
me hace polvo.
—Precisamente
ahora estoy yo desempolvando pluviómetros, barómetros, termómetros
y otros“ómetros”.
—!Qué
puñeta! "Ometróricamente" hablando, claro —breve pausa—. Hágame
un favor. Quite bien el polvo al pluviómetro a ver qué dice.
Transcurren
unos segundos y la mujer responde.
—Pues
no ha dicho ni mú.
—¡Vaya
por Dios! Es que mañana tengo que salir, ¿sabe?
—Pues
lleve paraguas, por si acaso.
—Es
que soy muy tímido y me da mucha vergüenza que me vea bajo él la
gente de la vecindad.
—Póngase
una gabardina.
—Es
que no tengo. Por eso quiero saber si lloverá, para entonces hacerme
una tortilla.
—¿Una
tortilla? —pregunta sorprendida la mujer.
—Exacto.
Esa es la razón por la que quiero estar seguro de si habrá
tormenta. Así ya la dejo hecha esta noche.
—Pero...
y eso para qué...
—Para
no mojarme, como el paraguas me incomoda tanto, me pongo la tortilla
de sombrero.
—¿Y
no le da reparo llevar puesta una tortilla en la cabeza?
—No.
Es que la hago francesa y allá casi nadie me conoce.
—A
mí me pasa algo parecido. No tengo amistades en Francia.
—Yo
tengo tan sólo un amigo allí. Y hace lo que yo: se prepara una
tortilla, aunque española, para echarse a la calle los días de
lluvia.
—Pues,
en invierno, lo que se gastarán ustedes en huevos...
—Él
no tiene problema. Lleva tiempo viviendo con una gallina.
—¿Y
usted no?
—Yo
tengo un gallo inglés en casa, pero está rebelde. No pone nunca.
—Es
que los ingleses son muy suyos.
—Eso
he oído. Bueno... voy a hacerme esa tortilla con los tres huevos
que me quedan. Espero que sean suficientes porque yo tengo la cabeza
bastante grande.
—No
olvide ponerle una pizca de perejil, que queda más rumbosa.
—Gracias,
pero perejil no le pongo, porque me da acidez. Y luego en vez de
lluvia normal, tendría que sufrir los efectos de la lluvia ácida.
—Pues
mire; se me ha hecho la hora y apenas he aviado. Tengo que colgar. Ya le he oído decir bastantes tonterías, ¿sabe...?
—Cuelgue,
cuelgue usted, que yo seguiré hablando otro rato mientras se
calienta el aceite.
¡¡Tú,
tú, tú, tú....!!
Divertido relato, José Juan, me he reido un buen rato con este diálogo absurdo lleno de imaginación y creatividad.
ResponderEliminarUna oportunidad estupenda para desconectar de lo cotidiano. Gracias por compartirlo. A ver si te animas con los de la radio. Un beso.
Gracias, Inma. Te agradezco tu comentario. Es bonito entrar en el blog y verb que alguien opina algo de loq ue ha leído. Gracias otra vez.
ResponderEliminarMuchas gracias por compartir este nuevo relato. Muy divertido, "ometróricamente" hablando, hasta con palabras nuevas.
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