domingo, 11 de enero de 2015

Antiparaguas


                                                       Antiparaguas

  Son las diez de la noche y suena el teléfono en la sección local del Instituto meteorológico.
¡Riiiinnnggg...! ¡Riiiinnnggg...!
Buenas noches. Dígame...—responde una cansada voz femenina.
Buenas noches —el hombre que llama, en tono cordial, no se anda con preámbulos y va directamente al grano—¿Sería usted tan amable de decirme qué tiempo hará mañana?
Tras unos instantes de silencio, la voz de antes responde.
Ah, pues mire, no sé qué decirle. Yo me encargo de la limpieza. Ya pasan de las diez de la noche y aquí no queda ni un alma.
Pero, la suya si que está... vamos, digo yo.
Que sí, que sí... la mía sí, pero es que yo no soy meteoróloga.
Creo que tampoco hay que serlo para saber eso. Además, algo habrá oído comentar antes de que los expertos se fuesen.
¡Ah, es cierto! Se habló bastante de ello al enviar el informe a las televisiones. La previsión es que mañana lloverá, o, en caso contrario, que no habrá lluvia.
Pues me deja usted tal cual. Esa probabilidad no despeja mi incógnita y me hace polvo.
Precisamente ahora estoy yo desempolvando pluviómetros, barómetros, termómetros y otros“ómetros”.
!Qué puñeta! "Ometróricamente" hablando, claro —breve pausa—. Hágame un favor. Quite bien el polvo al pluviómetro a ver qué dice.
Transcurren unos segundos y la mujer responde.
Pues no ha dicho ni mú.
¡Vaya por Dios! Es que mañana tengo que salir, ¿sabe?
Pues lleve paraguas, por si acaso.
Es que soy muy tímido y me da mucha vergüenza que me vea bajo él la gente de la vecindad.
Póngase una gabardina.
Es que no tengo. Por eso quiero saber si lloverá, para entonces hacerme una tortilla.
¿Una tortilla? —pregunta sorprendida la mujer.
Exacto. Esa es la razón por la que quiero estar seguro de si habrá tormenta. Así ya la dejo hecha esta noche.
Pero... y eso para qué...
Para no mojarme, como el paraguas me incomoda tanto, me pongo la tortilla de sombrero.
¿Y no le da reparo llevar puesta una tortilla en la cabeza?
No. Es que la hago francesa y allá casi nadie me conoce.
A mí me pasa algo parecido. No tengo amistades en Francia.
Yo tengo tan sólo un amigo allí. Y hace lo que yo: se prepara una tortilla, aunque española, para echarse a la calle los días de lluvia.
Pues, en invierno, lo que se gastarán ustedes en huevos...
Él no tiene problema. Lleva tiempo viviendo con una gallina.
¿Y usted no?
Yo tengo un gallo inglés en casa, pero está rebelde. No pone nunca.
Es que los ingleses son muy suyos.
Eso he oído. Bueno... voy a hacerme esa tortilla con los tres huevos que me quedan. Espero que sean suficientes porque yo tengo la cabeza bastante grande.
No olvide ponerle una pizca de perejil, que queda más rumbosa.
Gracias, pero perejil no le pongo, porque me da acidez. Y luego en vez de lluvia normal, tendría que sufrir los efectos de la lluvia ácida.
Pues mire; se me ha hecho la hora y apenas he aviado. Tengo que colgar. Ya le he oído decir bastantes tonterías, ¿sabe...?
Cuelgue, cuelgue usted, que yo seguiré hablando otro rato mientras se calienta el aceite.
   ¡¡Tú, tú, tú, tú....!!



3 comentarios:

  1. Divertido relato, José Juan, me he reido un buen rato con este diálogo absurdo lleno de imaginación y creatividad.
    Una oportunidad estupenda para desconectar de lo cotidiano. Gracias por compartirlo. A ver si te animas con los de la radio. Un beso.

    ResponderEliminar
  2. Gracias, Inma. Te agradezco tu comentario. Es bonito entrar en el blog y verb que alguien opina algo de loq ue ha leído. Gracias otra vez.

    ResponderEliminar
  3. Muchas gracias por compartir este nuevo relato. Muy divertido, "ometróricamente" hablando, hasta con palabras nuevas.

    ResponderEliminar