domingo, 1 de diciembre de 2013

GALATEA






GALATEA

Igual que reina celeste te ves idolatrada
por quien con su imaginación te cincelase
pulida, alabastrina cual la más bella frase
que nunca pudo ser escrita ni pensada.

Mas, tras los senos que, invictos, dicen “ven”
cualquier canto de tu alma es vanidad
reposada en la más infausta trinidad,
engarce de altivez, falso pudor, desdén…

Transporta tu figura la etérea dimensión
Donde esculpida de primores alardea
gracias al caprichoso cincel de Pigmalión.

Y pues que la terneza de tu imagen se recrea
en deseo imposible de encenderte el corazón,
pido a Venus te vuelva marfileña Galatea.

Pido a Venus te convierta en figura de marfil
pues eso ser mereces, ausente en la belleza,
sin luz en la mirada, sin gesto en el perfil.

Mujer hecha de encantos pieza a pieza
con todo el atractivo externo de un pensil
que vetase el flirteo al rubor de la cereza.

Vas de diosa, mujer, paseando por la vida
igual que transitases por una pasarela
en la que tus pasos sugiriesen otra estela
de una pose eterna, callada, adormecida….

Vas de diosa, mujer, arrogante diva casta,
culpa del ensamblaje natural de ese diseño
que espantase en los rigores de tu ensueño
a la mirada pura y al pudor iconoclasta.

Venus te torne granítica figura
como lección a tanta altanería,
mármol, granito, alabastro…roca fría
donde quede cristalizada tu hermosura.

Que duerman en la piedra tus delicias
porque ésta las muestre y atesore
lo mismo que aprisione tus desdenes.

Y en ella, tras un hielo de falsas impudicias,
petrificado quede todo aquello que enamore
y desaparecidos sean tus lánguidos satenes.

Tan cierta fuera la importancia de ese vaho venusino
como enmudece al día, cada ocaso, el soplo vespertino.

Belleza, entonces, seducida, inerte, inamovible,
inánime, por una vez postrada al sentimiento
de quien a cada instante, amoroso ceniciento,
buscó tus ojos y tu alma sabiéndolo imposible.

Y cuando el tiempo cruce varias primaveras,
después que una tras otra te hayan visitado
vistiéndose en tu entorno de gratos esplendores,
volveré a intentar enamorarte, que me quieras,
pidiéndole a la diosa el mismo soplo musitado
con que impelida fuiste a tus patios interiores.

Ni una cosa más pediré a Venus, sólo eso,
tras haber dado a tu pétrea figura un casto beso.

Así tu piel será de nuevo suave terciopelo
y tus bellos ojos mirarán ahora seducidos
por el calor del beso, y armónicos latidos
del violín del corazón musicarán el cielo.



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