¿Estás
ahí madre?
¿Estás
ahí madre,
donde
te fuiste
para
esperarme?
¿Sigues
dormida
en
ese corazón
que
ayer reía?
¿Tu
sentimiento
a
calmar penas
sigue
viniendo?
¿Aún
tus ojos
andan
dormidos
por
mis recodos?
¿Y
esas, tus manos
nobles,
insisten
en
secar llantos?
¿Sigue
tu aliento
soplando
briznas
de
fe en el tiempo?
¿Es
tu dulzura
la
miel aquella
de
amor y azúcar?
Y
tu voz, madre,
¿aún
me la guardas
para
más tarde?
¿Sigues
conmigo,
diciendo
ausente
que
no te has ido?
¡Mi
pecho arde
por
ir a verte…!
¿Estás
ahí madre?
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ResponderEliminarCuando llegamos por primera vez junto al corazón de nuestra madre — introduciéndonos en su vientre—, un trocito de su alma es sembrado en nuestro corazón, como si de una semilla que brota en primavera se tratase. Durante los inviernos en los que la vida es árida, el clima frío y las alimañas pacen a sus anchas sobre la tierra, somos conscientes de que esa semilla, tan bien plantada y abonada, brotará la próxima primavera, obsequiándonos con sus frutos, sus flores... esparciendo sus aromas. Aunque no la veas, sé que la sientes, con la certeza de que siempre permanece un trozo de su alma en tu corazón, como todo lo mágico que sucede en nuestras vidas.
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