El
jardín del beso
Vuela
mi pensamiento y te adivina
sintiendo
en tu beso un dolor de espina
que
propicia su púa calorina.
Un
beso, un latido, mil besos… pues mil
pinchazos
de fuegos lejos del pretil
que
muestran abismos de difuso añil.
Surcan
verdes, amarillas y violetas
las
pasionales caricias, marionetas
que
en la boca se deshacen en piruetas.
Burbujitas
de sol que contenidas
en
pasiones y anhelos, como vidas
simples
van a mis labios decididas.
E
insiste el pensamiento que, obstinado
hurgando
en tu figura, mira el prado
ya
en tu aliento solar ensalivado.
Prado
no verde, rojo como grana
que
entinta de ese tono la mañana
en
la que un primer beso se desgrana.
Todo
esto que cavilo se avecina
en
bordados de un lírico pensil
vestido
de caléndulas coquetas.
Idílico
jardín que se empecina
en
citar las abejas en abril
y
sean hasta otoño sus estetas.
El
jardín es el beso y ni un rey Midas
con
su fulgurante ímpetu dorado
ganaría
a la luz que lo ornamenta.
No
habrá raros aromas ni flores engreídas,
pues
un vergel es precisamente, enamorado,
el
beso guarecido del brillo que lo argenta.
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