lunes, 28 de julio de 2014

EN LA ORILLA


EN LA ORILLA

Te fuiste, rompiendo olas entre las manos;
de cuantas quisiste, sus esfuerzos vanos
por evitarte, cayeron evidentes
entre espumas de leche que, impenitentes,
urden burdos simulacros serpentinos
de falsas llamadas con besos salinos.
Te alejaste mar adentro y te perdiste
decidida a no regresar, a eso fuiste,
a enredarte con el agua y con la arena
de las simas, obstinada en ser melena
danzarina entre las rocas sumergidas
tocadas de soledad, estremecidas
por el canto triste, eterno e incoloro
del silencio repetido y de su coro.
No sé hoy por qué fue imposible detenerte
o quizás por qué no quise acompañarte;
y te fuiste y me dejaste, quedé aparte
de tu voz, de tu mirada y de tu suerte.
La luna se ha apagado y encendido
tantas veces más allá de tu partida,
que a una postrera lágrima yacida
mi canto sin consuelo ha adormecido.
Ya no aguardo tu regreso con la pena
de saber que me dejaste eternamente,
porque sigo aquí, en la orilla, simplemente
esperando que regreses cual sirena.

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