EN
LA ORILLA
Te
fuiste, rompiendo olas entre las manos;
de
cuantas quisiste, sus esfuerzos vanos
por
evitarte, cayeron evidentes
entre
espumas de leche que, impenitentes,
urden
burdos simulacros serpentinos
de
falsas llamadas con besos salinos.
Te
alejaste mar adentro y te perdiste
decidida
a no regresar, a eso fuiste,
a
enredarte con el agua y con la arena
de
las simas, obstinada en ser melena
danzarina
entre las rocas sumergidas
tocadas
de soledad, estremecidas
por
el canto triste, eterno e incoloro
del
silencio repetido y de su coro.
No
sé hoy por qué fue imposible detenerte
o
quizás por qué no quise acompañarte;
y
te fuiste y me dejaste, quedé aparte
de
tu voz, de tu mirada y de tu suerte.
La
luna se ha apagado y encendido
tantas
veces más allá de tu partida,
que
a una postrera lágrima yacida
mi
canto sin consuelo ha adormecido.
Ya
no aguardo tu regreso con la pena
de
saber que me dejaste eternamente,
porque
sigo aquí, en la orilla, simplemente
esperando
que regreses cual sirena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario