jueves, 2 de octubre de 2014

El extraño caso...


                                                   El extraño caso del recluta obtuso


Aquel recluta era torpe. Muy poco atinado se mostraba cada día durante las horas de instrucción. Todos desfilaban con marcialidad, menos él. El sargento gritaba: ¡Izquierda! ¡Ar! Y cada soldado efectuaba el giro en la dirección ordenada; todos, menos el inepto, que lo hacía incomprensiblemente hacia el lado opuesto. ¡Derecha! ¡Ar! Y el de siempre contrariaba el movimiento de los demás. ¡Media vuelta! ¡Ar! Y el negado se decidía, inconsciente, por dar la vuelta entera.
—¡Pero, vamos a ver, zoquete! —le gritó el suboficial, indignado y a punto de mandarlo al calabozo—. ¿Pero es que tú no sabes dónde tienes la mano derecha?
—¡A sus órdenes mi sargento! —respondió éste, cuadrándose—. La mano derecha, sí que sí... y hasta la izquierda. Con lo que suelo tener problemas es con las piernas. Me hago un lío con ellas, ¿sabe?
—¡Arrestado por cachondeo!
Cuando un mes más tarde se le levantó el castigo, pudo saberse que el pobre muchacho tenía los pies invertidos; el derecho en el tobillo izquierdo y viceversa.
—¡Pues en las maniobras, que ese valioso soldado sea el último de la fila para despistar el rastreo del enemigo que nos venga por retaguardia! —ordenó un coronel satisfecho y orgulloso de aquella singular circunstancia. Muchas victorias se obtuvieron así, utilizando una nueva táctica de falsa retirada, ya que los oponentes no adivinaban la verdadera dirección de a quienes seguían. Por tal, se propuso que se le concedieran dos medallas al mérito pedestre, pinchada cada una en sendas botas, en torno a las cuales, admirados, porfiarían luego por embetunar muchos tenientes y capitanes. Fue un día triste para todos los mandos cuando salió licenciado. A más de un oficial se le saltaron las lágrimas.
Por todas estas razones, en adelante, cuando en cualquiera de los tres ejércitos algún recluta, durante la instrucción, realiza un movimiento equivocado, el sargento o el cabo primero de turno, se tiran sobre él con la ilusión de desamarrarle las botas, ansiosos por ver si sus dedos gordos están lo más alejados posible uno del otro. Es tanta la añoranza, que se le lanzan igual que si fuesen pescadores de perlas.

6 comentarios:

  1. Gracias por compartir este relato tan divertido. Me voy a dormir con una sonrisa en los labios.

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias. Esa es la intención. Simplemente hacer sonreír.

    ResponderEliminar
  3. Espero que estés disfrutando al escribir los relatos tanto como los que te leemos, Jose. Estos pequeños kit-kats entre tu novela y los poemas ponen esa gota de humor, como te han dicho ya, que nos roban la sonrisa cuando venimos a leerte. Lo comparto en Face. Un beso.

    ResponderEliminar
  4. Gracias, Inma. Me alegra mucho que te gusten. Tienes razón, para mí es una forma agradable de relajarme, deteniéndome de vez en cuando entre el relato extenso y la poesía. Es como detenerse en una fuente a beber un chorrito de agua fresca. Gracias y un beso para ti también.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegro de que disfrutes con ello. «Carpe diem», la vida es demasiado valiosa para dejarla escapar entre los dedos como la dorada arena. Un beso lleno de la sal y el aroma del Atlántico que nos rodea.

      Eliminar
  5. Gracias, Inma. Me haces unos comentarios muy bonitos que te agradezco. Otro beso igual para ti.

    ResponderEliminar