Una vez pinté una figura esculpida en marmolina blanca. Estuve satisfecho de mi trabajo hasta que me percaté de que el alma se la había puesto otro.
Dime, amor perdido: ¿por qué a pesar de tu ausencia nunca has dejado de pasear por las galerías de mi pensamiento?
Donde hubo amor siempre queda una semilla dispuesta a brotar si se dan las circunstancias. Hay sentimientos en los cajones de la memoria que son de gran valía a nuestra inteligencia emocional y nos ayudan a veces sin percatarlo en los ratos de agobio y tristeza.
ResponderEliminarGracias Pedro por tu comentario. Tan sencillo como inteligible.
ResponderEliminarUn abrazo.
DIME AMOR PERDIDO: ¿POR QUÉ A PESAR DE TU AUSENCIA NUNCA HAS DEJADO DE PASEAR POR LAS GALERÍAS DE MI MEMORIA?
ResponderEliminarLa metáfora de ”las galerías de la memoria” soslaya el amor flechazo en lo íntimo e intrincado de nuestro ser; ¡QUE TODOS! Hemos sentido por una persona que cada día después de las décadas añoramos con todo el corazón (y ellas lo saben porque lo aprehendieron en la expeditiva comunicación de las ”mudas lenguas” de amoríos); aún a cincuenta años de su ausencia, por emigradas a otros territorios; por ello nuestra ilusión no muere; por eso, se justifica ese pasear por las galerías de nuestra memoria. Cuanto mayores somos y más ilusiones se han convertido en desengaños, más deseamos abrazar a ese ser con el cual no ha acabado aún nuestro amor.
Se trata de acotejo máximo porque contiene no corto ensayo resumido. ¡Mirémoslo bien! A una vida le llena de sentido la añoranza de lo anterior (el amor perdido) que siempre fue mejor por desconocimiento de lo a disfrutar posterior; me atrevo a decir que poca pasión suscita el amor que se disfruta libremente en el momento y ya nadie se salva de ese amor sentido auténticamente y no consumado (casi siempre en la primera juventud).Se sabe que el presente no vale porque “no se valora” lo presente.
Cuando han pasado muchos años de ausencia de un ser querido (por ejemplo cuarenta y sin que le dé a uno parentesco), desde ese sentimiento arrebatado, para hacerlo factible, sin trastocar la ternura que perdurará igual, igual que la pasión emocionada que uno hace borrosa adrede para idealizados, poderles soportar (los sentimientos: pasión y emoción). Se puede comparar a la conducta del sonámbulo, la del amor perdido, por las galerías de nuestra cabeza; en la que ese amor que también a nosotros nos perdió, casi, ni se atreve a pensarlo y menearlo para no echarlo a perder y se dedica a ensoñarlo. ¿Será posible que en las galerías de la memoria de ese amor perdido estemos nosotros transitándolas a pesar de nuestra ausencia?
De todo esto que se puede decir es común, si se le añade una buena memoria para que los grandes rasgos del asunto no se olviden; porque la fantasía para su ejercicio lo primero que demanda son claros recuerdos. La mala memoria es inmisericorde con la grandeza y magnificencia de lo recordado aún en los dramas de amor, que, al transcurso de mucho tiempo, a otro con buena memoria, la memoranza de simples amoríos le hacen llorar aun con sensibilidad muchísimo más bruta. Absolutamente todo es cuestión de cerebro. De qué cerebro.
Antonio Domínguez.
Antonio: como siempre haces, en este cometario vuelves a diseccionar un pensamiento, una idea, con una habilidad que recuerda la habilidad del bisturí en manos de un experto cirujano. Me resulta grato ver cómo a una frase que trata, obviamente, de expresar una introspección, tú consigues ponerle toda la belleza que se fundamenta en el sentido común y en la esgrima de la razón.
ResponderEliminarUn abrazo.
Del comentario de Antonio: "A una vida le llena de sentido la añoranza de lo anterior (el amor perdido)" me llama la atención una paradoja, y es que una vida se llene con lo que le falta.
ResponderEliminar