miércoles, 20 de agosto de 2014

ENSOÑACIÓN

             
   Ensoñación

Soñé ser un joven descrito en la faz de un cuento
trenzado de hojas y flores, casi susurradas
por el trino alegre del color y del momento
que el ensueño mostrase, en las fértiles nidadas
puestas a volar livianas en mi pensamiento.

El ambiente barroco, adorando el trazo lozano
observado por todos los aromas y pinturas
que la floresta vierte en puro y virginal rellano,
componía en mi epidermis olientes partituras
de entusiasmo, engalanadas por un placer lejano.

En la sombra luminosa que todo lo prendaba,
por la serena calma dada en cálidos verdores,
un árbol con dos trenzas alargadas me invitaba
al suave bamboleo en un trapecio de rubores,
de brisas coloreadas y aromas de guayaba.

Y acepté en el sueño el delicado balanceo
donde mi alma joven, leve en la arboleda
se iba y venía asido a un cálido recreo.
Seguí viajando por los vaivenes que eran seda
del aire, y en el rostro vidriado tintineo.

Luego, unos brazos vestidos de blancura y de pureza
ascendieron por los hombros en busca de mi cuello,
porfiados en un gesto de osadía y gentileza.
Se paró el columpio, cesó la brisa, y todo aquello
que pudiese enturbiar la admiración por su belleza.

De igual modo, así gravita tu paso sobre la ternura
que se contempla en la mirada y el aliento
de una ensoñada diosa con infantil figura.
La fantasía se va tras despertar, con ella el cuento,
y aparece tu presencia, con tu amor, con tu hermosura…


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