Rota
y deshecha está en la misma orilla
sobre
el agua verdinosa y quieta
que
su fondo, su costado y cada grieta
lame
en vaga e inaudible tonadilla.
Su
enmaderado cuerpo roto y viejo
ya
de esa materia viva no parece
por
el pútrido limo que le crece
poro
a poro por todo su aparejo.
La
barca parece dormir, pero está muerta
aunque
aparente que aún flotar pretenda
mostrando
con su pose, su leyenda,
su
historia ya olvidada, pero cierta.
Navegó
tantas veces en la furia
de
un mar de olas tremebundas
hacedoras
de simas tan profundas,
que
mostraban su poder y su lujuria
jugueteando
con su forma diminuta
al
antojo de ola y remolino,
más
no halló el mar nunca el camino
de
porfiarle su destino ni su ruta.
Silenciosos
quedan los instantes
en
que ya cerrado el cortinaje
que
se rinde ante el mar y su oleaje,
casi
muertos le robó seis tripulantes.
Fue
la lancha con sus palas decididas
brazo
y rostro que retase a la arbolada,
fue
su quilla atrevida y obstinada
ganadora
generosa de seis vidas.
¡Cuántas
veces su remero llegó a puerto
tan
exhausto, tan feliz como su nave
que
hoy es lo que se ve, lo que se sabe
desde
que ella y su patrón hubieron muerto!
¡Cuánto
podría traer hoy la voz esquiva
del
recuerdo dormido en su madera!
¡Cuántas
cosas evocar quisiera
si
pudiese ir a la memoria estando viva!