Música
Ese
vapor distinto, siempre ardiente
que
calienta mis pasos y liba mi frente
es
amor que me llega, dolor que se esfuma
más
allá de la pena y su vientre de bruma
cada
vez que su murmullo hace presente.
No
me duermo sin haberla adivinado
armoniosa
paseando por mi lado.
Y
aún dormido, llegan suaves como brisas
sus
rumores, sus jadeos, sus sonrisas
de
bolero, pasodoble, polca o fado.
Nadie
enredado en sus “latires” se resiste
a
la paradoja, siempre alegre, siempre triste
que
su voz en verso impasible manifiesta
en
cada corazón, como respuesta
incluso
a la pregunta que no existe.
Es
su gracia reposada, lo mismo que viajera,
la
que se queda o va a donde se la espera.
Cualquier
lugar es bueno para esa fantasía
que
pone en los oídos la fértil cortesía
del
creador sublime que un canto compusiera.
Es
la música... hechicera sutil del sentimiento
que
tantas veces anda por la vida, desatento.
Sin
ella, nadie podría caminar comprometido
en
anhelar felicidad, siquiera andar vestido
con
un traje de hilo inmune al desaliento.
Es
la música… esa cosa callada y elocuente
que
nadie ve y todo corazón la siente.
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