Libro
y mar
El
mar estaba a punto de dormirse
bostezando
apacible, de un dorado
que
admiré en silencio, y tú a mi lado
le
observabas, del día, desvestirse.
Un
libro entre mis manos conseguía
prodigar
en suspiros su embeleso,
pues
mi voz con cada frase dar un beso
en
tu oído, descuidado, pretendía.
Más,
antes de que el sol desvaneciera
su
último fulgor, su postrer guiño
que
cada tarde hace, como un niño
al
que el sueño llamase y con él fuera,
te
cubriste con la falda una rodilla
que
a la orilla mostrabas con descuido.
¿Fue
pudor ante un flirteo pretendido
o
vergüenza de tu muslo ante esa orilla?
Te
incorporaste y nada me dijiste
y
te pusiste a andar, y el abandono,
como
un rey suntuoso, subió al trono
del
dolor, de la pena, de lo triste...
En
la arena el libro quedó abierto,
con
sus páginas ahora tiritando
por
el miedo y frío que se siente cuando
cada
renglón escrito queda yerto.
Yo
me fui tras de ti; contigo yendo
no
supe apreciar que el mar subía
hasta
alcanzar el libro, y todavía
seguro
que aún lo está leyendo.
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