FLECHA
Obligada
va la flecha a la ballesta
y
desdichada es con su implacable punta
de
amargo acero, y se pregunta
qué
culpa tiene ella de la diana impuesta.
¡Ay!
se dice, ¡Ay! si derivar pudiera
el
rumbo que la lanza a un firmamento
de
estrellas donde una es el aliento
del
corazón condenado que la espera...
¡Ay,
si pudiese en un gesto de templanza
girar
volviendo al alma del dedo que la lanza!
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