sábado, 11 de mayo de 2013

SUSURROS DEL DUENDE. NÚMERO I






Es el amor el don más prodigioso que puede poseer el ser humano. En la creación no hay nada más que pueda poseerlo ni manifestarlo. Por eso me atrevo a pensar en alta voz que este es el único sustantivo que no debe ser adjetivado. No lo necesita. Es la plenitud.

Cuando se goza con la presencia del ser amado, la felicidad siempre está presente. Y en los instantes de ausencia el individuo es también feliz anhelando el instante del reencuentro.


La felicidad que describo inmersa en el anhelo producido por la ausencia, sugiere que en el alma siempre queda ese vapor sonriente que invita a la espera ilusionada.


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