El
centro de la diana representa la figura simbólica de una
incuestionable verdad, de una de las infinitas verdades. Se pueden
tener muchísimas opiniones respecto a ella, pero ella sólo es una;
todo lo demás son aproximaciones. Una vez que la flecha acierta en
ese punto, nadie puede atinarla mejor, pues ya ha sido encontrada. En
torno a una verdad, se puede seguir divagando si se quiere toda la
vida, toda una existencia disparando a esos círculos concéntricos
que no se sustentan más que en simples merodeos. El acierto preciso
en el punto sublime de la diana logra no poder ser superado por cualquier
otro posterior disparo.
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