miércoles, 22 de mayo de 2013

SUSURROS DEL DUENDE. NÚMERO VII







                                                                             
Cuando se reflexiona, se ejercita el pensamiento sobre miles de certezas y abstracciones. Pero existe en nosotros, en nuestro interior, una materia de meditación que supera con mucho a todas las demás: el amor. Las dos frases susurradas en esta ocasión por el duende van precisamente ahí, donde duerme ese contenido tan imprescindible para el hombre como puede serlo el mismo aire que, como él, en todo está. En la primera reflexión se pretende dejar claro el poco sentido que la vida misma tiene para el que esquiva la fortuna de poder experimentarlo y compartirlo intensamente. Lo cotidiano se vuelve de colores para quien puede disfrutar la dimensión amorosa. Para los infortunados que abren el paraguas cuando llueven gotas de amor, no hay tonalidades, sólo grises y oscuros.

La segunda conclusión que sugiere esa frase tan corta es, de alguna manera, precisamente la que nos lleva a asegurar que, cuando sucede lo contrario, cuando hay un no decidido en la respuesta a cualquier apetencia de amor, hay que hacer el esfuerzo de pasar de largo, pues ese sentimiento es el de la misma manifestación vivida por dos corazones. El no dado por el péndulo es la metáfora que advierte con su obstinado balanceo que el amor no existe como elemento de felicidad si no es del todo compartido.
 

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