lunes, 4 de noviembre de 2013

AÑORANZA








Añoranza


No sucedió ni ayer ni esta mañana;
años muchos pasaron desde aquello
que una vez viví y lleva el sello
de una noche solitaria allá en La Habana.

Un lustro o más corriera desde el día
en que un vértigo furioso traspasase
una noche en que la luna con su fase
más oscura me ungió en melancolía.

Triste andaba, lejos de mi tierra amada,
dolía el deseo… por tiempo y por distancia,
caminaba a solas, advirtiendo cómo escancia
la añoranza el amargor de su estocada.

Luego, se apagó la tristeza, porque un simple
inesperado gemir, grueso y sonoro
embistió mi alma con ímpetu de toro,
por el simple arrullo de las notas de un timple.

Siguiendo su llamada corrí por otras vías
dormidas y oscuras en la noche terca,
cada vez más alto, cada vez más cerca
de un brillo de isas, mazurcas y folías.

Agitado paré entre dos esquinas,
allí donde era llamado por las cuerdas.
Vi unas manos viejas, calmosas y lerdas
tejiéndolas en coplas nocturninas.

Mis ojos volaron al timple, sus notas oílas
con el corazón enamorado, estremecido...
El tocador paró un instante y me habló al oído:
Se ve que eres canario; se mojan tus pupilas.”

Justo hasta ese instante nunca supe cuánto
de dulce puede haber detrás del llanto.

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