La oferta primitiva
Apoyada
pensativa en la pared
sugerente,
encendida, invitadora...
mirando
sin mirar, el cuerpo escora,
obstinada
en no mostrarlo a su merced.
Cabellos
y ojos negros, blanco pecho
de
respirar ansioso en su flirteo
por
hacer al varón incauto reo
del
vicio de la carne y su provecho.
Es
su faz distraída una llamada
de
acuerdo con la raja de su falda;
un
fatuo señuelo que se salda
con
una rosa abierta, flor licuada.
No
es del todo amor, es placer, pero
sí
amor que se compra con dinero.
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