El mar no se pierde en el horizonte. Es la mirada que, desde siempre tímida y poco aventurada, percibe un ancestral miedo a traspasarlo.
La pasión se parece mucho al amor, solo que cabalga a lomos de un caballo desbocado.
No quisiera el caballo, para devolver los golpes recibidos una fusta, porque no tiene manos con las que gobernarla.
Temo al mar tanto como lo admiro. Por eso me paso días enteros recreándome en su belleza, lejos de su oleaje.
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