Soplo
Paseaste
por mi acera tus andares elegantes
tupidos
de primores, aromas y miradas,
lo
perfumaste todo de bvlgarys
fragantes
que
sobre tu piel van en tres gotas posadas.
Yo,
sentado en un borde, observaba la vida
con
paso atolondrado, vestida de tibieza;
y
el músculo cansado y ausente la cabeza
prohibían
a la mente más puntos de partida.
Guardaba
la metáfora de un cirio que, en la mano
apagado
yacía, para siempre ya, indolente y vano
recreando
la imagen de quien ya nada quiere ni ama.
Tú
fuiste la suerte, reluciente perla
que
paró un instante, y gentil, al verla,
dio
un soplo en la vela y encendió la llama.
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