Oropeles
Arrullas
sobre el atlas de mi piel
con
ese extraño amor que me procuras,
tatuado
de dulzores y amarguras
que
surcan un mezquino redondel.
Te
fuiste hace un tiempo y te quedaste
¡oh,
paradoja! a mi lado eternamente,
siendo
pena constante e infrecuente
el
llanto de la ausencia y su contraste.
El
canto susurrado en despedida
por
mis labios vertió acerbas mieles
que
endulzarán mi muerte, no mi vida.
Me
quedaré vestido de oropeles
de
“ayeres” y “mañanas”, avenida
a
la que nunca vas, ni mirar sueles.
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