martes, 9 de septiembre de 2014

VETE AL PUERTO


Vete al puerto

Vete al puerto amada mía, vete al puerto
y usurpa el velero que tranquilo duerme
decidido siempre al amanecer incierto.
Propón que el letargo de su quilla merme
invitándola a tentar la faz del mar abierto.

Vete al puerto amor y obliga a ese velero
a desperezarse bajo el sopor de las candelas
que lo aturden y lo hacen poco marinero.
Convéncelo de que ha de desplegar las velas
y encontrar en el soplo del viento a su remero.

Luego sé, de la nave, solitaria tripulante
embaucada por el horizonte y la lejanía
que imantan la pasión del navegante.
Gobierna, prosigue bogando por la letanía
de sal y espuma sobre el líquido ondulante.

Viaja apresurada entonces y ansiosa timonea
sobre la inmensidad impredecible y casquivana
que a todo navegante por capricho contonea.
No le hagas caso al mar, amor, boga liviana
hasta el lugar que en nuestras almas alborea.

Por el Atlántico también mi nave ya transita
sobre olas crecidas que muerden la madera
en la que pertinaz mi ardiente corazón gravita.
Desafiando embestidas, insiste mi galera
portando la ansiedad que en nuestro mar levita.

Voy hacia ti, esa es mi decidida singladura;
percibo que te acercas, te huelo en el deseo
tornada en timonel de pétrea armadura.
Balancéase mi nave y sin verte ya te veo
augurada en la oscilación de tu hermosura.

Pronto llegarás a ese punto de azul predestinado
que insistentemente llama también a mi goleta
a encontrarse en lugar jamás equivocado.
¡Tan grande amor nos ha traído hasta esa meta
que el mismo mar parece haberse enamorado!

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