Un
minuto.
Digámosle sí al placer de los sentidos
que
atiza en las venas un fuego inclemente
e
impúdico que insta a la actitud decente
a
estar en cada alma en pos de los gemidos.
Un
sí inmediato al fragor de los vahídos
que
crepitan en afán efervescente
donde
el labio amable y la mano insistente
robar
quieren los pudores escondidos.
Horas
de pasión, de gozo y de locura
que
en la piel modulan todos los placeres
que
cada cuerpo porfía y se procura.
Más,
un minuto es mayor a esos quereres
en
un corazón rendido a la arpadura
de
los rasgos del amor en sus enseres.
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