martes, 9 de septiembre de 2014

VEO


VEO

Veo el amor despierto en tu mirada
del color de la hoja verdecida:
calidez de constante llamarada.

Veo en tus ojos la sonrisa redimida
que se instala pausada en mi aposento
por la magia de la mente y allí anida.

Posada estás en mí todo momento,
pues no quieres volar, ni yo que vueles,
que no vaya tu mirada con el viento.

Que no corras entre campos de laureles
olvidada de mi rama un solo instante,
pues ese en que no estás ¡cómo me dueles!

Veo el espejismo de mi alma delirante
que no es más que el tacto de tus manos
o el aroma del perfil de tu semblante.

Veo en ti, Lucía, los trinos más ufanos
del pájaro que elige en su garganta
el color de los gorjeos más profanos.

Veo en ti, mi amor, la voz que canta
sones perfumados de paz y de murmullo
por los que, hechiceros, el afán se imanta.

Veo en los gratos perfiles del arrullo
que tu gesto envía y que mi instinto apresa,
por hacerlo eternamente sólo suyo,

la insinuación jugosa de la fresa
que imita, extasiada, al ser mordida,
el dulzor de la boca cuando besa.

Veo en mí la nostalgia contenida
tras el fruto madurado en el deseo,
propiciando que siga adormecida.

Como puedes, amor, ver, tus ojos leo
esperando un regalo generoso de la vida:
poder palpar mañana lo que hoy veo.

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