Enjambre
de penas
Como
un injusto Edén que añil me castigase
a
contemplarlo desde ahora cada día
en
ese manantial de triste melodía
sin
más propósito que no mutar su fase,
posáronse
en mi espíritu no uno, sí mil cielos
cuando
vi tu sonrisa con tu mano en la suya.
¿Por
qué a mi enjambre de penas no lo dejas que huya
de
los panales de ayer, que hoy son agrios pomelos?
¿Qué
tiene, dime, amor, esa turba que acibarada ronda
hasta
el gemido, prohibiendo a la tristeza que se esconda?
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