Mariposas
Vas
en mi corazón como una ajorca
ceñida
a un brazo tatuado de escenas
amorosas;
vas en él como la alfombra
navegante
encantada por las frondas
falaces
que antojan el rumbo, volanderas.
Eres
en mi corazón igual que un remolino
de
agua
tan
fragante como el agua
pura
atrayendo
a su centro, gustoso precipicio
que
diseñan giratorias aspas de delirio,
a
las pasiones castas y, a la vez, desnudas.
Lucen
mis arterias diamantinos resplandores,
reflejos
cotidianos del brillo de unos ojos
que
invitan a la sangre al plagio de canciones
deslumbradoras,
alentadas por mil soles
que
no son más que destellos de mil otros.
Te
adivino en la distancia, arrebolada
como
las nubes tímidas de los atardeceres
que
ante el crepúsculo imponente exclaman
los
rubores mismos que vierte, inflamada,
la
pasión quieta que pende en sus dinteles.
¿Recuerdas
el estremecido aletear de mariposas
que
de magia tupían tus recónditas mansiones?
Pues
mariposas vuelan, más con las alas locas,
por
este corazón hospitalario donde evocan
aquella
gracia sugerente y sus cálidos fragores.
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