Inmunes
al desaire
Como
la piedra que al viento eterno ignora,
tal
que los aires que amables la acarician,
viajan
mis hombros aupados en las brisas
desoyendo
igual los rictus que propongan.
Voy
a rastras del viento, fogoso conjurado
a
seguir su paso y su camino en la pereza
de
no querer saber al lugar donde me lleva
corriendo
a ras del suelo o izándose y volando.
El
amor ha puesto en mí ese sentimiento
que
se deja conducir pacientemente
entre
páramos y azules que convierten
el
tránsito airado en plácido paseo.
Y
sin rozar las hojas advierto que me tocan
igual
que me humedece la sal de los bajíos,
detalles
impalpables que besan mis sentidos
inmunes
al desaire y al puño de las rocas.
El
amor me ha hecho así, de aire, sólo aire
que
todo lo ensaya liándose, culebra
amable
y dormida, y a la vez inquieta
donde
un canto de aroma hechiza el paisaje.
Me
has hecho tú beber el sol las veces que me amas,
y
sus rayos cálidos sorbes si te respondo;
amor
es eso, aire de luz, el cálido soplo
que
colorea en todo momento nuestras almas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario