viernes, 22 de agosto de 2014

ILUSIÓN



Ilusión

Mira, mujer,
que no estoy de tu amor desentendido
ni duermen mis horas lejos de los versos
tatuados en tu piel
de fantasía.
No me veas
escalando la más inaccesible cresta
que, violenta, me llame hacia el paisaje
insoportable
de tu ausencia.
Estremecen
el cristalino serpenteo concurrente
de mi vida, los ecos que regresan
de mi canto
enamorado.
Y una flauta
recita su trova golosa todas las mañanas
que despiertan, aprehendidas a tu imagen
delirada,
rosas de deseo.
Son los soplos
que mecen ese aire austero, aquilatado en oro,
tiñéndolo de sensitivas y remotas melodías
que aturden
la nostalgia.
Y aunque aguardo
tu llegada temprana al bosque bordado de anhelos,
veo bien que aún la niebla cubre la ansiedad de cada hoja,
y a evocar, regreso,
el fin de la bruma.
Aún así
la flauta seguirá soñando, embrujadora,
insinuante, como el afanado piar del gorrión
que galantea
tras la rama.
Más tarde,
cuando la niebla se disipe, vencida su insistencia,
evaporándose como se difuminan los vacuos sentimientos,
mi canto insistirá
por atraerte.
Luego, el corazón
que, enardecido, volará desde ti hasta mi retama
atraído por el gorjear de prestas ansiedades,
también entonará
mi lírica armonía.
Y el abrazo
y el beso contenidos en el sopor de la distancia,
se moverán como dos radiantes danzarines
en torno a nuestros inflamados pechos
y sobre el desespero de los labios ardorosos.

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