Espejismo
No
hay amor más virtuoso
que
aquel que suspira atrapado en la distancia.
Amor
que no sabe de besos reales
ni
de caricias…
tan
sólo de lánguidas frases
que
se enredan en versos
de
añoranza y deseo.
Expresión
viva de un canto del mañana
incierto,
donde se cita
a
que agonicen las concluyentes olas
que
danzan cada noche
esculpidas
en elipses de agua
a
punto de quebrarse,
pero
que insisten luego
en
petrificar el instante previo
de
añoradas rompientes.
No
hay amor más abnegado
que
el que soporta el desaire constante
del
olor y el beso,
de
ese aroma esquivo a desnudarse
y
de ese pliegue de labios
vestidos
de humedades
que
no logran conocerse,
confundidos desde el casto idilio
propuesto
por la ausencia.
No
hay amor más imposible
que
ese que no escucha
la
invitación al baile
ni
al reto del misterio.
Ese
que trova cada noche melodías
y
bebe ansioso el horizonte
porque
no alcancen
a
extasiar al alma enamorada
ni
a consolar al corazón
que
llora la lejanía de su canto.
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