domingo, 22 de septiembre de 2013

LA SONRISA III







No me parece de buena educación que alguien se levante de su asiento para saludar a una persona demasiado corta de estatura.


Tardé cinco años en escribir “El Quijote”. Luego, cuando quise editarlo, la editorial me informó que un individuo me lo había plagiado hace ya unos cuatro siglos.


   No conozco actitud tan acaparadora como la del flamenco. Es un cante, un baile, una lengua, un señor, un ave y hasta un equipo de fútbol brasileño. Si sigue así se queda con todo.


Perdone usted, señora, el codazo que le he dado en los riñones. Es que tiene usted un enorme parecido con mi esposa.


Una vez escribí una bellísima y sentida poesía sobre el sacacorchos. Quedé muy satisfecho y quise recompensarme con una copa de tinto. No pude hacerlo al no disponer de utensilio alguno con el que descorchar la botella.




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