No me parece de buena educación que alguien se levante de su
asiento para saludar a una persona demasiado corta de estatura.
Tardé cinco años en escribir “El Quijote”. Luego, cuando
quise editarlo, la editorial me informó que un individuo me lo había plagiado
hace ya unos cuatro siglos.
No conozco actitud
tan acaparadora como la del flamenco. Es un cante, un baile, una lengua, un
señor, un ave y hasta un equipo de fútbol brasileño. Si sigue así se queda con
todo.
Perdone usted, señora, el codazo que le he dado en los
riñones. Es que tiene usted un enorme parecido con mi esposa.
Una vez escribí una bellísima y sentida poesía sobre el sacacorchos.
Quedé muy satisfecho y quise recompensarme con una copa de tinto. No pude
hacerlo al no disponer de utensilio alguno con el que descorchar la botella.
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