No hay nada que tan obstinado vuelva a un hombre como su propio interés.
La roca del acantilado espera impasible los embates del mar. ¿No será el
hombre también acantilado cuando aguanta los embates de la vida con la pétrea
fuerza de que le viste el dolor soportado?
El desamor se identifica con mi mar que cada día se aleja más de tu
orilla, por mucho que esta se esfuerce en no quedar árida, como la arena de un
desierto.
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