La persona que vocifera, con o sin razón, cuando la sangre se le enfría,
pasa a tener la sensación de ser un cordero que todo lo teme y todo le
persigue. Yo he sentido en mi espíritu las náuseas de haber vociferado.
A veces se conversa con una persona, donde lo único que el
otro hace es observar las preguntas, respuestas, afirmaciones y réplicas que a
sí mismo propone el interlocutor. Así todo, siempre se aprende algo; por lo
menos a afinar el don de la paciencia.
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