sábado, 21 de septiembre de 2013

SUSURROS DEL DUENDE. NÚMERO CLXXVII









No necesito que un sacerdote me perdone los pecados. Si me arrepiento de ellos y reparo el hurto o el agravio, estoy capacitado para perdonármelos yo mismo.



 No hay muchas formas mejores para vencer el insomnio que intentar leer un libro que resulte incomprensible o aburrido. Una de dos: el autor o el lector tienen todo el mérito del abatimiento.



Dime alguna vez que no a algo. De ese modo podré convencerme de que al menos en una ocasión de las que has asentido lo has hecho por una razón ajena a la complacencia.


 

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