No necesito que un sacerdote me perdone los pecados. Si me arrepiento de ellos y reparo el hurto o el agravio, estoy capacitado para perdonármelos yo mismo.
No hay muchas formas mejores para vencer el insomnio que intentar leer un libro que resulte incomprensible o aburrido. Una de dos: el autor o el lector tienen todo el mérito del abatimiento.
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