El que no contrae deudas económicas es porque la vida le ha venido muy
regalada o porque prefiere que la miseria le vista cada día desde la mañana a
la noche. El que no lleva deudas espirituales en su corazón es porque, aunque
le late, no lo tiene.
Cuando hablamos del “todo” siempre hay algún detalle que se nos escapa.
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