Llega el amanecer cuando el sol importuna a la noche con soplos de luz que la obligan, molesta, a ausentarse.
Todos los hombres deseamos que al morir nos despertemos inmersos en otra vida, eterna. Pero eso sí, que no sea parecida a esta, sino con mucho, mejor. Es que si no fuese así no valdría la pena morirse.
Pocas cosas resultan imposibles y precisamente por ser tan pocas, ¿quién está en condiciones de garantizar que alguna vez no puedan ser superadas?
No hay comentarios:
Publicar un comentario