La bondad surge de una coctelera donde se mezclan la lástima y la
generosidad. Lo difícil está en encontrar a alguien que introduzca esos dos
sentimientos en el mismo recipiente.
Cuando hablo miro fijamente a la otra persona a los ojos; así advierto
si me escucha. Si percibo lo contrario, mis frases se van haciendo cortas y mis
oídos se vuelven sordos.
La vida es como un torrente serpenteante a lo largo de un sinfín de
sendas imprevistas en las que, a cada giro, puede aparecer de modo espontáneo
el fin de la travesía.
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