No hay nada que pueda resultar tan económico como la cortesía, y el hombre que la usa a menudo percibe en los demás constantes gestos de afecto y simpatía a bajísimo coste.
Sentar un precedente es abrir una vía, casi siempre innecesaria, por la que todo el mundo puede circular a su antojo.
La generación que me sigue tiene el instinto de un sofisticado
ordenador. La mía lo tiene en los ya rudimentarios efectos de una máquina de
escribir.
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