En alguna ocasión mi alma ha sido embargada por una subyugación extraña y mis pasos han ido mentalmente tras el intangible titilar de las estrellas, como si fuese capaz de disfrutar a solas de un luminoso coro de luciérnagas.
Cualquiera lleva guardada en su espíritu la pócima que transmite espontaneas sensaciones de desenfado. Es un sexto sentido que está envuelto en el interior de nosotros mismos y que se manifiesta como un inesperado obsequio. Nadie puede decir no poseerlo. ¿Quién no puede exhibir alguna vez ese don innato llamado sentido del humor?
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