La profundidad ineludible del abismo está presente en todos los
instantes de la senda de la vida. No es
posible dar con un instante en que no exista el riesgo de caer en él. Por
fortuna, cuando resbalamos cerca de su garganta, la providencia nos da un
acomodo donde sujetarnos para poder salir airosos.
En la mayoría de las ocasiones el más audaz es el primero en recibir
sepultura.
La ambición es comparable al lecho inundado por una inagotable catarata.
El agua que le cae inmensa y constante, nunca le parece suficiente para calmar
su deseo.
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