sábado, 21 de septiembre de 2013

SUSURROS DEL DUENDE. NÚMERO CLXIII









Ayer observé una hermosa pintura. Me recreé en su creación y veneré en silencio la mente que pasó los pinceles sobre el lienzo.


 Quizás el peor defecto del hombre no sea el sentirse incapaz de reconocer ninguno de ellos, sino la disimulada búsqueda de sus escasas virtudes.


La adulación es un sucedáneo del elogio, aunque perceptible en exclusiva por los oídos de los imbéciles.


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