domingo, 1 de septiembre de 2013

SUSURROS DEL DUENDE . NÚMERO LIV










Cuando muera, quisiera recibir por un instante de todos mis amigos un abrazo tan espontáneo y sincero como el que mentalmente les he ido dando a todos aquellos que se me adelantaron.


La alabanza que uno hace de sí mismo es siempre falsa e interesada. Es como si se tratase de demostrar la propia fuerza ayudándose de una polea.



Menos el amor, todo termina extinguiéndose en la hoguera de la memoria.






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