viernes, 6 de septiembre de 2013

SUSURROS DEL DUENDE. NÚMERO LXIV










No busco ni deseo el aplauso de nadie. Prefiero el toque de una mano sincera encima de mi hombro. Es la cálida cercanía de ese gesto la que me hace estremecer.



No quisiera que en el saludo de mi mano o en el gesto de mi abrazo anduviesen disimuladas la doblez o la mentira. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario