La playa vacía parece inmensa. El rumor de las olas se torna dulcemente sonoro y el aroma del mar parece la fragancia de una rosa de sal.
Igual que si mi mente fuese un profundo precipicio, donde un sinfín de aves colgase sobre cada roca uno de sus nidos y donde cada cual evocara en ella algún recuerdo, así parece ser el entorno bullicioso de mi memoria. Los álgidos trinos entremezclados con los cálidos arrullos parecen descomponer la claridad de toda evocación, opacando la sutil transparencia
que regala el gesto de volverle la espalda al presente.
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