Mira mis manos. Han querido decirte tantas cosas; han sugerido tanto amor, tantas caricias sin ser oídas, que han perdido la fe y se han vuelto viejas, como dos gemelas octogenarias.
Siempre me consideraré joven, al menos mientras se mantengan intactos mis recuerdos.
La ironía muchas veces no pasa de ser la burla escondida de los cobardes.
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