Cuando llegue el momento de irme definitivamente espero que todo cuanto amo, todavía respire y ande. Ya me ocuparé yo de sentarme a esperar en un inimaginable sillón del Paraíso e ir esbozando un gesto de bienvenida cada vez que uno de mis amores me regale de nuevo su presencia.
Los párpados se me cierran. No sé si lo hacen agobiados por el sueño o por recuerdos indeseados.
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