El avaro seguiría siéndolo aún poseyendo todas las riquezas de La Tierra. El pobre, no.
La avaricia es la consecuencia de la estúpida alucinación de que la vida es para siempre.
El avaro planta una semilla y ya no duerme nunca por miedo a que alguien le hurte alguno de sus frutos.
La mente del avaro no piensa nada espontáneo. Por todo su contorno solo se puede oír el tintineo de las monedas que nunca saldrán de ella.
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